El movimiento económico que le dió a Santa Catalina la puesta en funcionamiento del molino harinero instalado en la región aproximadamente en el año 1900, trajo aparejada la necesidad de un medio de transporte de salida de los productos que allí se elaboraban.
Las vías férreas que unían las ciudades de Montevideo y Mercedes habían sido construídas a finales del siglo XIX, y pasaban delante de las puertas del molino. Este echo, y junto con la creciente producción de trigo y otros cereales de los establecimientos rurales existentes en la zona, posicionan a la localidad como punto estratégico hacen inminente la construcción de la estación y producción.
Finalemente la estación se ubica sobre un terreno donado por Don Eusebio Odriozola en las inmediaciones del molino.